"No se trata de dirigir a alguien, sino de dirigirse uno mismo".
Robert Bresson

domingo, 25 de marzo de 2012

Festival Internacional de Cine Político

Del 22 al 28 de marzo llega la Segunda Edición del Festival Internacional de Cine Político

Un festival comprometido,
diferente,
en la Ciudad De Buenos Aires

Agendate Y Agendalo



Espacio Incaa Km 0 Gaumont Av. Rivadavia 1635, -  Auditorio Hotel Bauen Callao 360,-  Espacio Incaa Km 3 Arte Cinema Salta 1620.
Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini Av. Corrientes 1543 


Buenos Aires – 22 al 28 de marzo – 2012
147 películas de 50 países en el
 Sección Competitiva internacional: largo, medio y cortometrajes    
Sección competitiva argentina de largometrajes y l Series Tda.
 Muestras Paralelas:
Muestra Especial;  Panorama Latino; Cine Debate; 
Directores  En Foco: Homenaje Realizadores Argentinos y Especial De Federico Garcia, Perú. 
Festivales en el Ficip: Cine Sobre África, Fcat;  Política Animada – Festival Internacional De Animación De Annecy
Ficip TemáticoEspecial Malvinas, 30 Años 
Lo Que Se Viene: Presentación De  Largometrajes Argentinos en Proceso.  Work in Progress
Talleres y Coferencias
SEDES
Espacio Incaa Km 0 Gaumont Av. Rivadavia 1635, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini Av. Corrientes 1543, Auditorio Hotel Bauen Callao 360, Espacio Incaa Km 3 Arte Cinema Salta 1620. 
Las localidades son gratuitas y se retiran en cada sede antes del comienzo de cada proyección.
Los esperamos.

CLASE II: 23 de Marzo de 2012


LAS DOS DIMENSIONES DE LA MIRADA
 
Todo el cine del mundo de todas las épocas parece haberse debatido en dos dimensiones de la mirada, aquello que José Ortega y Gasset distinguió -en su ensayo “Sobre el punto de vista en las artes”-  como la “visión próxima” y la “visión lejana”. Podría pensarse esta distinción en términos físicos, en patrones métricos, pero sería incurrir en una banalidad que el bueno de Ortega no merece. Esa genealogía del arte de mirar que se propuso no se circunscribe a la vida sino a su forma más delicada y perenne: el arte.  La distancia de la mirada que piensa, que siente las verdaderas proporciones del mundo está más allá de la fría celada del cálculo. Ortega analizó, en esos modos de mirar,  dos formas, dos actitudes expresivas (reflexivas) de apropiación del mundo que a su vez admiten la lógica de una progresión válida, acaso, para trazar el derrotero de la historia de las artes plásticas en Occidente. Y es allí, justamente en ese arco -¿evolutivo o transformador?- donde es posible hallar la cantera eficaz para comprender que en definitiva estas dos formas de la mirada nunca son abstracciones ni poses voluntarias sino la consecuencia de una subjetividad lanzada hacia la revelación de lo palpable o, bien,  derrapada en la certeza del vacío. Cuando Ortega y Gasset define a la “visión próxima” como aquella que “organiza el campo visual imponiéndole una jerarquía óptica: un núcleo central privilegiado...”[1] nos invita a pensar en un mundo donde esa pretensión era posible, un mundo donde era lícito imaginar núcleos vitales, simetrías, claridades, consistencias, un mundo palpable, en definitiva. Probablemente el avance de una mirada secularizada, el desvanecimiento del arte de capilla, haya contribuido a la aparición de una visión lejana destinada a expresar el vacío, los abismos cromáticos que rodean lo visible, el protagonismo de la materialidad formal antes que la puesta en tela de la vida misma. Ortega y Gasset nos dice al respecto: “la visión próxima disocia, analiza, distingue, es feudal. La visión lejana sintetiza, funde, confunde, es democrática...”[2] El pasaje de una forma a otra de la mirada responde a un contexto preciso, definido, que Ortega ubica dando cuenta de nombres, obras y períodos. Sin detenerse en lo que considera ya sabido extiende su arco desde Giotto hasta Cézanne, pasando por el Quattrocento y su multiplicidad de puntos de vistas referidos a cada objeto, los afanes geométricos del Renacimiento, la transición que impuso el Greco, el destino de la luz en la pintura de los claroscuristas, el camino del aire, del hueco en Velázquez capaz de convertir a los objetos en superficies, hasta la aparición del impresionismo y la supremacía de lo plano, del lienzo que revela la absoluta materialidad del pintor, la huella vehemente de su trazo liberado de la necesidad de emular a la vida.  El arco bifurcado por Ortega y Gasset al momento de pensar ese viaje de la mirada revelado por el arte bien podríamos aplicarlo, con las reservas del caso,  al cine desde sus orígenes hasta la actualidad. El derrotero de la mirada cultivada por los grandes artistas sigue una lógica que va de lo concreto a lo abstracto:“Primero pintan cosas; luego sensaciones; por último, ideas...[3]” ¿Acaso no es esa la curvatura que hace el cine desde el mundo de certezas formales que parece ofrecer la narración clásica con la lógica explicable de sus personajes lanzados a un derrotero preciso, sometidos a un mundo atravesado por la díada causa-efecto, frente al otro cine consagrado a poner en crisis hasta las últimas certezas, abierto al  sayo umbrío de lo ambiguo, lo perplejo, lo misterioso?  Partir de la pura materialidad de las cosas que narran con su sola presencia hasta llegar al delicado equilibrio de lo metafísico es como viajar desde las primeras imágenes capturadas por Lumiere hasta el arbolito final del Tarkovski último. Ortega da cuenta de un itinerario del ojo sediento de expresar el mundo.  Quizá debamos insistir en que ese camino va acompañado de variaciones de contexto, nunca se trata de una aventura aislada de los sentidos. Para una mirada amparada en la certeza de lo religioso la duda es una tentación mefítica, por lo tanto debe proceder con la convicción de lo próximo, lo palpable, lo táctil, lo seguro. La visión próxima con su carácter sensorial pretende lo corpóreo, la asimilación del volumen, del bulto, la sensación de lo compacto por oposición a la “visión lejana” que parece desconfiar de esa totalidad renacentista y empieza a sucumbir al hueco, a la convexidad, al horizonte indefinido, al vacío en su manifestación más bellamente desconcertante. Para reconocer en una pintura la tendencia predominante aconsejaba Ortega aislar un fragmento y preguntarse si logra representar plenamente algo concreto. El detalle más interesante a considerar de ese itinerario es la nitidez conque empieza a marcarse la presencia del sujeto creador en su obra. Si el artificio de duplicar la vida encuentra su mayor virtud en la ilusión de que el cuadro se transforma en lo que André Bazin definía con el tropo de la “ventana abierta al mundo” ¿qué otra cosa es la mirada próxima?;  la “mirada lejana”, en cambio,  abre la perspectiva de que la pintura pueda pensarse como una ventana que deja ver el mundo del sujeto creador, su particular, personal, íntima sensibilidad expuesta por el punzón de su mirada.  La mirada que firma al pie del cuadro puede permitirse legítimamente la tentación de ser ilegible porque dice su nombre en el trazo, en un rizo de luz, en la irreversibilidad del estilo, en un santiamén de la pupila que se niega a aceptar la visión de un mundo independiente del sujeto que lo construye. 



 “Las bodas de Caná”, obra pintada en 1511 por  Gerard David, es un ejemplo arquetípico de la “visión próxima” con su campo visual organizado en función de un “núcleo central” muy definido, resulta bastante evidente comprobar la presencia táctil de los objetos, su solidez, corporeidad, consistencia. Cada imagen ha sido tratada con el mismo valor., participan del predominio de lo diáfano.
 

El impresionismo y una “visión lejana” que se posa en un horizonte hueco, desdibujando los límites palpables,  desvaneciendo lo sólido en la paleta de lo intangible. El paisaje se vuelve pura pincelada interior. La obra es una tensión hacia el vacío, un testimonio del retraimiento progresivo que fue logrando el arte en su itinerario de las cosas al yo creador, una prolongación del ojo desafiando los límites de lo palpable ya desvanecido, absolutamente,  en la voz dominante de la luz y su coralidad cromática.

Gustavo Provitina
La Plata, 27 de Marzo de 2012-.


[1] Ortega y Gasset, José  “Sobre el punto de vista en las artes” en La Deshumanización del Arte ,  Madrid, Revista de Occidente, 1956. 
[2] Idem
[3] Idem

CLASE I: 16 de Marzo de 2012

EJERCICIO Nº 1:
 
Para entregar el dia Viernes 13 de Abril de 2012.

Contar un espacio vacío, sin la participación de ningún personaje. Puede ser en plano secuencia o por cortes, editado con sonido ambiente sin diálogos ni música (a excepción de una música accidental; por ejemplo: una radio encendida). 
Estará acompañado de una presentación por escrito, a modo de sinópsis.
Duración: hasta 2 minutos.

Objetivo
: Cargar de sentido el espacio para transmitir la tensión en la narración.